La flor jamás a crecer volvió;
Pero las lágrimas si tornaron
empañando el azul de tus ojos.
Las rosas muertas yacían,
luciendo su fugaz destello.
¡Ay! que rojas e indefensas.
Las amapolas frías, blancas
como la nieve del gélido enero.
Y te aletragabas con esa letanía monotóna.
Y ese campo teñido de verde
lloraba sus últimos rasgos;
Y tu vestida de negro como
los días que esperan.
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