miércoles, 16 de diciembre de 2009



Lágrima caída, ardiente,
en el rincón sombrío y helado,
escondida en el calor de las velas
de una catedral menguante.

Rama sin hojas, aturdida;
vuela en espiral mientras
la tarde gris amortaja las esquinas
malolientes y sucias,
del callejón que sobrevive
con el odio en la metrópoli.

Naranjos y viento que golpea
furibundo el patio
donde callan los enigmas,
adormecidos por el peso
de los días que volaron libres.

Solo, atrapado entre miradas,
aunque solo.

Brotan versos debajo
de las baldosas, en los primeros
pasos de la soledad;
enmudeciendo
como un atardecer,
se inclina a atrapar las almas
ajadas del jardín marchito,
la humilde soledad.


Genís

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