Se acaba el tiempo en el reloj de arena,
y los campos yacen, pronto, amarillentos;
quién se fuga de la saeta, sufre la condena
de encarcelarse en sus rayos violentos.
Acaricia el frío cristal la lágima dorada,
rayando las esquinas con su alma en pena;
fuera un sabor cortado no traduce nada,
cuando muere el sonido de una luna llena.
Y el alma se asoma tímida en los balcones
de tus ojos verdes que nacen cada día;
vuelan los poemas camuflados en canciones
en el aire, que suavemente tu pelo desvía.
GenísGG