martes, 9 de febrero de 2010


Te escribo con los ojos,
y con el corazón despierto,
te escribo con mis lágrimas
y con la sangre derramada.

Te canto con todo el amor
que amanece en mi;
te pienso y te vivo dentro
de los sueños que enloquecen.


Te veo nivea y cristalina
sobre el humo de este lienzo gris,
te beso con la dulzura
aliviante de una herida.


Te lloro en las tardes cándidas,
donde tus palabras son luz
a esta carcel de oscuridad,
que me empapa de hastío,


lentitud y pesimismo cortante.
Este mar que trae agua nueva,
que arrastre tus ojos al verde
vergel de amor ebúrneo.


Te amo tan vivaz cual trino
que silva una nueva primavera,
y vuelan los verbos
en los rocíos que te despiertan.


Famélico y vorágine claustro,
de utopías y noches sin estrellas,
de rejas y diques de descaro
sin rubor, de grosería.


Una quimera en un rincón,
un oasis, una visión que amortaja,
me salva de un paraje sin salvación,
me rescatas tu de esta mala hazaña.



genís

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