lunes, 22 de febrero de 2010


Se acaba el tiempo en el reloj de arena,
y los campos yacen, pronto, amarillentos;
quién se fuga de la saeta, sufre la condena
de encarcelarse en sus rayos violentos.


Acaricia el frío cristal la lágima dorada,
rayando las esquinas con su alma en pena;
fuera un sabor cortado no traduce nada,
cuando muere el sonido de una luna llena.


Y el alma se asoma tímida en los balcones
de tus ojos verdes que nacen cada día;
vuelan los poemas camuflados en canciones
en el aire, que suavemente tu pelo desvía.


GenísGG


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