Atardeciendo grisaceamente,
el instante se demora en calma
y desplaza sutil cualquier ente.
El cuerpo dispara una alarma,
un fulgor de fuego luciente.
La brisa desnuda del mar desarma,
con un beso que salpica en tu mente,
cortando en canal tu alma
y recalas frágil en una esquina durmiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario