domingo, 18 de abril de 2010


La noche le había aprestado el corazón para el amor, como la exigua agua resbalaba acariciando sus nostálgicos ojos empañados, en tanto que sus labios disputaban su porfía contra el tiempo, fue un rollizo arrebato quien le erizó, cual suspiro, la piel.
La brisa arpía, cristalizó el instante, una ínclita estrella pintaba un postrer fulgor en la oscuridad que deliraba hacia el alba; con una rijosa mirada se desvaneció la nebulosa que le ofuscaba y brotaron del suelo húmedo, unos adustos anhelos sonriendo.
Llegó el encuentro, como muere un ola en la arena dorada, eterno, resplandeciente. Como se funde el titan en el ocaso, fundiéronse sus labios, abjurándose alborozados, buscando la complicidad ajena.
En sus profundas retinas que se bañaban de azul cielo, con el calor, en su boca, del mismo averno estigio, vestíase la negruzca noche del colorido retozado del gozo, y con un telón de besos murió la escena lasciva, besándote, mecidos en las flechas de Cupido.


genís

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