sábado, 17 de julio de 2010


En los segundos
de una noche mortecina,

se anida un amor descubierto,
con arena entre los dedos.

Sazonándose en reflejos
de luz de luna,
cae, como un pésame,
sobre los campos de verano.

¡Ay este amor! de porfías
y rollizo, navegando
en nieblas desesperadas...

aferrado en soliloquios
de un oleaje de plata.

El amor está en la luna,
desciende a los pies,
se clava en los ojos de mar.

Un amor que duele,
eterno y vanidoso, erizado.
Amor de mar y de fuego,
de tierra y de cielo...

en las noches infinitas
de silencios enmarcados,
baila tangos con la marea.

GGGGGGGGGGGGGGGG

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