lunes, 18 de enero de 2010



Ayer te vi con mirada erguida,
con tus pasos de piedra
y tu vista al infinito, indagando
la llama del conocimiento;


Fue que te perdí al rato,
en el cementerio del bienestar,
y en la cuna de la despreocupación;
ostentando tu ignorancia,
sin ocultar tu fragilidad de papel.


Soplaron dulces vientos,
que desnudaron tus ropages
de billetes, y airearon tus pupilas,
ya teñidas por el color del egoísmo.


Hoy he vuelto a verte,
pero no con los rayos de sol de ayer,
hoy una letanía de lluvia recorría
las grietas negruzcas y abandonadas.


¿Ahora quién te mira?
¿qué ojos querran mirar
por esta ventana rota?


Y sucumbir llorando,
cayendo como un edifcio en llamas,
gritando por el ácido de las bocas,
no sirve.


Genís

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