Ayer te vi con mirada erguida,
con tus pasos de piedra
y tu vista al infinito, indagando
la llama del conocimiento;
Fue que te perdí al rato,
en el cementerio del bienestar,
y en la cuna de la despreocupación;
ostentando tu ignorancia,
sin ocultar tu fragilidad de papel.
Soplaron dulces vientos,
que desnudaron tus ropages
de billetes, y airearon tus pupilas,
ya teñidas por el color del egoísmo.
Hoy he vuelto a verte,
pero no con los rayos de sol de ayer,
hoy una letanía de lluvia recorría
las grietas negruzcas y abandonadas.
¿Ahora quién te mira?
¿qué ojos querran mirar
por esta ventana rota?
Y sucumbir llorando,
cayendo como un edifcio en llamas,
gritando por el ácido de las bocas,
no sirve.
Genís
No hay comentarios:
Publicar un comentario