En el suelo, rotos y olvidados,
los cristales de mis sueños gritan;
deshojadas, las rosas espinadas,
hiriendo los suspiros de mis quimeras.
Amargo tacto, eterna soledad...
que enfermas las lágrimas del olvido,
que hielas con la verdad de piedra
y borras el sendero del destino.
Piérdome en tus parajes de humo,
en tus labios mentirosos de tiniebla,
y las tentaciones que viertes refuto.
Marcho alegre, si me rescatas, amor,
curando las heridas de su espada de fuego;
A tus brazos de cielo, me recojo yo.
GENÍS!
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