Tarde, la savia de tus besos,
desempañaba el umbral desecho,
donde el néctar de tus palabras
moría desaguado en mi lecho.
Tarde, se iba mojando, túpida
y sublime, la flor naciente en tu boca;
diluviaban los llantos desnudos,
y tu labio en mis labios se arropa.
No lucía más que tus anhelos fríos,
en un cielo de luto y envidioso,
por ansiar, perenne, unos labios míos.
Un pinchazo seco, turbio y nebuloso,
asomó, aunque, fue estallido en la noche,
un beso tuyo que me vaciaba vicioso.
Geníss!!!
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