jueves, 12 de noviembre de 2009


Los segundos moribundos corren,

en la tarde, camino de letanías;

el tiempo se detiene, agudo pinchazo.

Me bebo los residuos de mi nostalgia.




El momento está dormido, y sueño,
fuego en mis pensares atolondrados,

y en la lontananza tus ojos tristes,

lagrimeando feroces, olvido tardío.




Apenado, el fulgor de tus horizontes

me ilumina la salida, espinada y aliviadora.

Nado o vuelo, en el oscuro lago penumbroso

del hastío en mi alma, roída de hielo.


Febril, vago en el aire cual simple hoja

al arbitrio del viento, insignificante, intrascendente...

y el corazón en las ramas de tus labios,

llorando, que ha perdido el sabor de la risa.


Humedecidas, mis pupilas, en vano intento

de contener el arroyo de llantos que ahoga,

y mata, los últimos pedazos dulces y miel,

que no deboraste con tu aplastante desdén.


Fulminante para ánimas, extinción incorpórea,

la indeferencia con la que me masticas rudo...

¿Donde están las lágrimas? ¿Queda algún dolor?

si mi cuerpo es de hielo y mi alma se desangra.


Genís, vacío de palabras en vida.

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